O que contar cuando uno viene de pasar el mejor cumpleaños de su vida en los templos de Angkor en Camboya y las navidades en las playas de Tailandia. Vosotros habréis tenido también unos buenos días de reuniones familiares en torno a grandes mesas con copiosas comidas y cenas. Ya. Bueno, es lo habitual en esas fechas, no?
La realidad es que nada más aterrizar en el aeropuerto en Delhi recibí dos bofetadas en la cara. Como si fuera un buen cristiano, una por mejilla.
La primera fue de frío, la temperatura era de casi bajo cero y veníamos de estar a una media de 30 grados, así que el contraste fue brutal. Pero más brutal fue la otra bofetada, la que me devolvió en un instante a la realidad que aquí se vive, la que te rodea.
Justo en la salida del aeropuerto una veintena de niños rodearon al taxi en el que íbamos. Y no venían a darnos una calurosa bienvenida. Iban vestidos (por decir algo) con harapos, sucios y descalzos. Desnutridos, con la cara llena de suciedad y heridas. Sus ojos no brillaban, estaban pidiendo limosna o se llevaban las manitas vacías a la boca en gesto de hambre, chapurreando unas pocas palabras en inglés con un ritmo lastimero.
Sucios, desnudos, hambrientos, muertos de frío, desesperados, sin fe y sin esperanza.
Una náusea atravesó mi cuerpo desde lo más profundo de mi conciencia. Una vez más la realidad supera a cualquier tipo de ficción.
Es bonito ver desde nuestra ventana que es navidad, tiempo de paz, amor, confraternización, regalos y comilonas…. Tiempo de frivolidad, de mentiras, de abusos, de egoísmo. Cada cual a lo suyo. Cada cual que se lo monte como pueda. Cada cual que haga lo que le dé la gana. Cada cual que cuide de su propio culo. Cada cual que mire su propia conciencia.
Venía de ver un montón de Budas de oro en Tailandia y no podía dejar de pensar en los tesoros del Vaticano… ¿Nos estaremos equivocando al abrazar religiones y creencias que hacen del brillo del amarillo metal una fe a seguir? ¿No será que entre leyendas de seres medio humanos y medios animales algo se nos escapa? ¿Es más importante sentir la espiritualidad de un camino a ver las piedras que hay en él? ¿Qué más da si hay algo después o no? ¿Y el sentido de la vida?
Demasiadas preguntas que llevan siempre al mismo punto. El egoísmo de uno mismo y la obligada necesidad de saber. Nos debería bastar con ser conscientes de lo que hay a nuestro alrededor y que podemos sentir con nuestros cinco sentidos primarios. Pero no, tenemos que saber, encontrar respuestas que no nos satisfacen. Buscar un camino…
Queda muy bonito sobre el papel, muy espiritual. Las personas se enorgullecen de haber encontrado su lugar en la vida, en el cosmos. Presumen de ser buenos esto o lo otro.
Y en realidad no se dan cuenta de que no es verdad. Nada es real.
¿No es mucho más fácil tratar de que todo vaya bien simplemente no haciendo daño a nada ni a nadie y ayudando en todo lo posible a la persona que tenemos a nuestro lado?
No son pensamientos complicados, simplemente realistas con lo que me rodea.
Para que luego lleguen los flipados de turno hablando de la espiritualidad y la magia de la India. Viajeros que ven lo que quieren y recuerdan lo escogido cuidadosamente. Gentes que emborronan de sonrisas esas caras tristes. Venid, venid a ver a esos niños. Y después hablamos, pero de verdad, de realidades. De hambre, de frío, de soledad. Para ellos no hay futuro.
Mientras sigamos adorando a ídolos dorados o tipos en una cruz o incluso a objetos con una manzana con un mordisco nada cambiará.
Ante eso ¿que decir?
Nada, no se puede decir absolutamente nada.
ResponderEliminarHostia en la cara
Ni más ni menos
pues, no, no se puede decir mucho...
ResponderEliminarcon lo del oro y las religiones siempre he tenido esas dudas...por ejemplo en la cristiana, tanto que se critica en la biblia la idolatría y todo lo del bellocino de oro...mmmmmm...no sé aunque empiezo a pensar que no todo el problema está en la idea sino en los hombres que la interpretan...
¿el hombre es bueno o malo por naturaleza? es egoísta, de eso estoy segura