miércoles, 20 de octubre de 2010

LA CHISPA DE LA VIDA

El simple hecho de comprar una lata de Coca-Cola me hace reflexionar sobre un montón de preguntas. Aquí nada es fácil, y menos ir a hacer la compra. Desde la mirada atónita del tendero cuando sacas un billete de 500 rupias para pagar, a la cara de la señora que cuestiona con la mirada los productos que llevas en la cesta pasando por la de los niños que corretean desnudos por la calle mientras te miran sonriendo… Y yo sintiéndome culpable por gastar el dinero en ¨privilegios¨ como las bebidas carbónicas estas.

La verdad es que con un poquito de reflexión se llegan a cuestiones importantes, otra cosa ya es que las valoremos o tomemos una iniciativa diferente a nuestras costumbres más rutinarias, algo así como dejar de fumar.

Creo que en términos modernos se le llama consumismo y conlleva formar parte de la sociedad del bienestar. La media es la clase obrera, esa que trabaja, compra y muere, nada que ver con la clase alta que compra, compra y tiene bonitos funerales. Pero, ¿dónde queda la baja? Una vez más lo peor de lo peor queda reservado a ellos, los pobres, los miserables, los intocables…

Aire acondicionado, coches más rápidos, ordenadores portátiles, i-chismes, televisores planos, operaciones de cirugía, facebook, casas más grandes, niños más guapos, perros más elegantes, nouvelle cuisine, ropa de diseño, drogas sintéticas, trabajos elitistas, spinning, viajes de ensueño, coca-cola…

Todo gira en torno al consumismo puro y duro, la sociedad crece a su alrededor y las personas pasan a valer según lo que poseen. Estaréis pensando: no, yo no. Pero sí.

Tanto tienes, tanto vales. Haced la prueba fijaros en una persona pobre y sin recursos: no tiene nada, no vale nada. Ah! ¿Que no es así y esa persona si vale? Pues no se nota en absoluto.

El planeta tiene más gente necesitada de lo que creéis, en cada país, en cada ciudad, en cada calle, en cada esquina. Siempre hay alguien por ahí que necesita algo y a los demás nos sobra, aunque lo hayamos ganado con el esfuerzo y sudor de nuestra frente. Realmente nos sobra.

Pasar a concienciarse de esto y llegar a tener cierto desapego a algo es difícil, muy difícil. Lo sé, a mí también me pasa. Cada vez que gasto mi dinero en una lata de refresco cuando podría beber agua, por otro lado más sana y barata, me pasa. Y luego veo a esas personas sin brillo en los ojos mirándome y yo con la chispa de la vida encerrada en una bolsa.

5 comentarios:

  1. Nos pasa a todos Xabi... Somos lo peor!

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  2. Está claro que sobreviviríamos sin todas las cosas que tenemos...

    Lo peor es la gente que tiene mucho y ni tiene conciencia de que hay gente muy mal. Esos prefieren llevar a su perro a un spa que donar algo. En fin.

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  3. vale
    damos dinero a una ong para que lo haga llegar al pais... y se lo gastan en los juegos de la commonwealth, no??
    cuál es la solución?
    lo veo difícil, muy dificil

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  4. Si... La misma sensacion aqui, Xabi. Hay salones de belleza y ropa para perros en cada esquina y al mismo tiempo ancianos y ninyos vendiendo caramelos en la calle para sobrevivir. Esta muy bien que nos hagas reflexionar, sigue escribiendo! (Eileen)

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  5. Pues enseguida llegarán aquí las navidades, que cada año llegan antes. Muchos comercios han adornado ya sus escaparates con todo lujo de luces y colores, con el objeto de atraernos a todos, insaciables consumidores. La publicidad nos bombardea con más fuerza que de costumbre. En esta sociedad de consumo exagerado en que vivimos nadie está plenamente satisfecho con lo que tiene, ni siquiera con lo que puede llegar a tener... porque siempre habrá algo que deseemos poseer y dominar, para sentir que estamos por encima de los demás. Mientras, el temor a no estar a la altura nos corroe por dentro, y por fuera.
    Todos los días del año, los que vivimos en culturas de primer nivel, gastamos cantidades impensables de diverso orden sin pararnos a pensar en nada, sólo en que da igual, porque "tengo más". Todos los días, digo. Sin embargo, es en esta época del año cuando, mientras unos nos quieren convencer de lo buenos que somos los humanos, que lo damos todo por los demás, por otro no cesan de enseñarnos el traje que se pone el vecino para ir a pasear con una elegante señora o la colonia que utiliza cuando queda con sus amantes. En todos los canales de televisión hay alguna gala para recaudar fondos para alguna causa muy digna. ¡Pero es que los pobres comen todos los días del año!, al menos eso les gustaría.
    Las imágenes de niños africanos con el vientre hinchado me recuerdan a la navidad. Algunos compran pinos, decoran sus casas con muérdago y durante esos días van felicitando las pascuas a diestra y siniestra, en un intento de desprender un halo de ternura y bondad incuestionable e intachable...
    De nuevo, este año, el día menos pensado será navidad. La náusea y el vértigo que ello me produce me hacen caer como en un sueño, una especie de letargo, que espero que sólo se me pase cuando se apague la ultima bombilla de los escaparates de la hipocresía.

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